martes, 18 de enero de 2011

Ahora sí, manos a la obra

El arte de novelar se pone bueno, cachondo, íntimo. Después de todos los posts anteriores, ahora en lugar de teorizar, discutir, aforismear (que es como orinar fuera del aforismo), voy que vuelo sobre una bitácora de escritura, revisión de obsesiones, plática informal sobre mi propio trabajo cotidiano en medio, o mejor al principio por ahora, de una nueva novela.
Primeras reflexiones... ta ta ta taaan: mi diatriba contra el realismo lírico actual, las novelas que sólo leen escritores, llenas de elementos poéticos a la fuerza, clichés disfrazados de originalidad:
1. Cegarse -centrarse- en la forma, asignándole así no sólo un valor, sino él valor, es un acto ideológico (en el entendido de ideología como falsa conciencia que usaba el marxismo y sigue vigente con Zizek: lo que no nos permite ver la realidad). Pensar que la forma es esencial es una enajenación fatal. Lo esencial necesita una forma, es cierto, pero como sabía bien Durkheim: la forma es formante, produce ella misma contenido. Por eso estoy contra la mistificación o fetichización de la forma. !Muera Flaubert y sus seguidores, legión de impostores!
2. La canonización de la forma -hacerla la sustancia de lo literario- ha producido en la llamada posmodernidad un realismo lírico mercancia cuyo valor es la circulación del propio valor, la supuesta pertenencia a una tradición clásica. Estas novelas están casi tan bien hechas que son el resultado previsible de la manufactura, producto de una revolución industrial de la que no se han podido salir. Son simulacros: representan el lugar vacío del sentido.
3. La forma es una pulsión en el sentido lacaniano, un eterno circular en torno del objeto, Es un placer generado por el propio fracaso repetido.
4. Benjamin: La vida pura es una alegoría del capítalismo. Nunca más cierto. Como la forma pura, un vacío.
5. Por eso Borges escribía desde los subgéneros, subvirtiéndolos. La muerte y la brújula, por ejemplo.
6. Mis propias obsesiones, lo contrario de la forma: serle fiel al contenido, escuchar al tema, dejarlo que me guíe al tono, a la voz de la novela. Ella me dará la forma, no a la inversa.

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